El SAF promueve la práctica del Tai-Chí entre los jóvenes estudiantes
La Universitat Autònoma de Barcelona apuesta por el mens sana in corpore sano
La Vila Universitaria es el escenario donde los participantes de la segunda jornada deportiva demuestran su destreza y técnica
D. ÁLVAREZ, A. ARAGÓN, A. BUENO, P. CARRACELAS. - El Tai-Chí es una excelente práctica para canalizar el estrés de las actividades cotidianas. El Servicio de Actividad Física de la Universitat Autònoma de Barcelona, el SAF, acerca este ejercicio saludable a los estudiantes en la segunda jornada deportiva de este año (la primera tuvo lugar el pasado mes de diciembre y está programada una tercera para mayo). Estas actividades son gratuitas y de libre acceso, y tienen lugar el miércoles 29 de marzo en la Vila Universitaria a partir de las 15h.
En una sociedad tan acelerada como la que nos ha tocado vivir, el deporte constituye un medio para lograr evadirse del estrés cotidiano. La importancia concedida al culto al cuerpo, el afán por llevar una vida saludable y mantenerse en forma o, simplemente, el hecho de divertirse, hace que la práctica del deporte esté muy extendida entre los jóvenes. En la UAB, esto se refleja en la gran cantidad de personas que acude diariamente al SAF. Bajo el lema “El SAF surt al campus!”, esta institución pretende incentivar el deporte entre los estudiantes de la Autònoma organizando tres jornadas anuales en las que los jóvenes pueden participar en distintas actividades, como partidos de mini-fútbol, futbolín gigante, baloncesto, ping-pong, bádminton, un curioso ajedrez de piezas gigantes, o incluso en una maratón de aerobic y en exhibiciones de capoeira o Tai-Chí.
El mini-fútbol rompe el hielo
A las 15 horas comienzan las actividades, o al menos esto es lo que estaba anunciado, ya que hasta las 16 h la gente no se anima a participar, y en la rambla de la Vila Universitaria solo se encuentran los monitores y organizadores del SAF. Los primeros en animarse son cinco chicos y tres chicas que inician un partido de mini-fútbol. Rápidamente, se comienzan a oír las carcajadas de los participantes y los primeros gritos de “¡GOOOL!”; se nota que se lo pasan bien… Esta diversión impulsa a varios jóvenes a jugar un tres a tres a baloncesto; a otros, a ping-pong, a bádminton, al ajedrez gigante y, los más atrevidos se convierten en marionetas humanas de un futbolín hinchable.
Para amenizar la tarde, a las 17 h, un DJ empieza a pinchar música electrónica a todo volumen. Parece que la música tiene un efecto convocador puesto que, a partir del momento en que comienza a sonar, aumenta la cantidad de participantes en esta fiesta.
Momento para el relax
Con las distintas actividades y el ambiente animado, contrasta el entorno de calma y tranquilidad que desprende el Tai-Chí, que se realiza delante de “El punt de trobada”, el frankfurt de la Vila.
La actividad empieza a las siete menos cuarto. A esta hora, un grupo de trece personas esperan expectantes a que dé inicio este popular arte marcial chino. Entre el grupo de gente destaca el instructor, vestido con ropa ancha y cómoda y descalzo, a diferencia de la mayoría de componentes del grupo, que van ataviados con la indumentaria habitual de un día cualquiera y con un calzado inapropiado para la práctica de este arte, ya que lo ideal, a semejanza del profesor y de uno de los alumnos allí congregados, es ir con los pies desnudos.
Después de un breve discurso en el que el dómine ha dado unas breves referencias sobre la práctica del Tai-Chí y ha insistido en que con él ejercitarán simultáneamente cuerpo, mente y espíritu, empieza la clase; una sesión propia de Tai-Chí para principiantes que consiste en adquirir las técnicas más sencillas y básicas mediante la repetición.
Así pues, los alumnos, siguiendo las instrucciones precisas que el maestro les indica, proceden a realizar unos ejercicios de apertura de las articulaciones y estiramiento de músculos y tendones. Para conseguir el estado deseado, empiezan dando vueltas alrededor de un círculo imaginario. Al cabo de unos cinco minutos realizando este ejercicio a un ritmo lento y avanzando de un modo relajado y ligero, el círculo se disuelve y se congregan todos alrededor del instructor.
Los alumnos inician la realización del “Quishi”, movimiento con el que se consigue lograr la apertura de cuerpo y mente necesaria para pasar a ejecutar la siguiente fase: los ejercicios de Chi-Kung, con los que se logra centrar la atención y la respiración. Antes de iniciar la segunda etapa, sin embargo, el grupo realiza otra tanda de vueltas alrededor del círculo, esta vez en sentido contrario a las agujas del reloj.
Terminada la apertura de los alumnos, todos colocados en círculo y quietos, empieza la realización de ejercicios de Chi-Kung específicos para la realización del Tai-Chí. Para ejecutar el Chi-Kung, el instructor se centra en el “Ba Duan Jin”, también conocido como “Las ocho piezas del brocado”, que consisten en ocho posiciones distintas con las que se logra un equilibrio perfecto en nuestro organismo. La realización de estas posturas es dura, ya que personas que nunca antes han practicado este arte marcial, equipadas con una indumentaria errónea, deben mantener cada postura cinco minutos, aunque lo ideal para lograr su máxima eficacia terapéutica serían veinte minutos.
El universo del Tai-Chí atrae a los curiosos
El universo del Tai-Chí atrae a los curiosos
El grupo hace rato que ya ha empezado a llamar la atención de la gente, y a su alrededor se forma un corro que mira con interés pero que no se atreve a empezar a practicar. Dos alumnos, con los músculos agarrotados por no haber liberado la tensión, dejan de realizar el ejercicio. Uno de ellos se tumba en la hierba y con un gel se masajea los gemelos. Su cara denota cansancio, pero también apacibilidad.
Ahora, el grupo, con solo once miembros, empieza una tercera fase en la que aprenderán las posiciones y los movimientos de la forma. El profesor ha seleccionado los movimientos de entre los que se recoge en la “24 Beijing”, estandarizada en 1956 por la Comisión de Deportes China y que se basa en la serie larga del estilo Yang.
Aún en dos filas y con el instructor delante, todos empiezan con la ejecución de un sencillo “Yema Fenzong”, o la realización tres veces consecutivas de la línea de la crinera de un caballo salvaje. Tras haber realizado este movimiento, prosiguen con un “Louxi Aobu”, un movimiento que simula el rascarse las rodillas. Para finalizar esta tercera etapa, el profesor escoge la realización de un “Shouhui Pipa”, también conocido como “el toque de la guitarra”.
Cabe destacar que contrasta la sobriedad y elegancia de los movimientos del instructor con la torpeza y tosquedad de los alumnos, que los realizan de una manera cercana a la brusquedad, dando la impresión de no haber interiorizado la cita: “El Tai-Chi es el arte de esconder la dureza dentro de la suavidad, cual aguja entre algodones”, que resume la esencia de este arte marcial.
Una vez memorizados, aunque no aprendidos, los movimientos por parte del alumnado, el grupo pasa a ejecutar las formas. Para esto, el profesor divide a los participantes en parejas, a las que hace repetir el “Zuolan Quewei”, y más tarde el “Peng Lu Ji Ang”, es decir, un movimiento que consiste en rechazar, apartar, presionar y empujar sucesivamente al adversario.
Finalizados estos movimientos, el grupo pasa a los ejercicios de estiramiento, relajación y respiración para deshacerse del cansancio acumulado. El profesor anuncia que, con esta sesión, además de haber practicado Tai-Chí, han profundizado en la filosofía y concepción china del mundo. El grupo se disuelve, y desaparece el ambiente de paz y calma que este arte había creado, ante la inminencia de los cuerpos que seguirán el ritmo de la capoeira, la siguiente actividad programada.
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